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Si Dios fuera mujer… ¡qué lindo escándalo sería!
Walter Chamochumbi (1)
“Si Dios fuera mujer”, es el título de un notable poema del escritor uruguayo Mario
Benedetti, “…qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa
blasfemia”, cierra su último verso. Y es que, a propósito del 8 de marzo y transcurrido más
de un siglo de conmemorar el día internacional de la mujer, no terminamos de darnos
cuenta del inefable androcentrismo que aún subyace -y bien resiste- en nuestras sociedades:
un fantasma que nos sigue socavando en vidas, derechos y aspiraciones de millones de
mujeres; un fantasma que sigue confabulando y tolerando sus increíbles formas de violencia
y de discriminación.
No debemos acaso, como sugiere el poema de Benedetti, escandalizarnos frente a lo que se
nos sigue imponiendo como una verdad normalizada. Desestructurar nuestro inconsciente
androcentrista del imaginario social, romper con aquel pensamiento preeminente de que la
dominación masculina es un hecho natural e inmanente a nuestra sociedad y por ende a sus
instituciones: familia, iglesia, escuela, estado.
No debemos acaso persistir en el desafío de reconstruir una sociedad plural, democrática e
inclusiva, a partir de nuestra propia diversidad cultural y desde una nueva forma de mirarnos
y aproximarnos (campo-ciudad). No podemos acaso ser capaces de avizorar nuevas rutas de
entendimiento y relacionamiento de mujeres y hombres: en sus roles y funciones
específicas, en sus diferencias y complementariedades; apostar por forjar una nueva
perspectiva histórica, política, cultural y un nuevo horizonte de desarrollo que logre ser
duradero y armónico en lo social, ambiental y económico.
“Las mujeres no nacen, se hacen”, sostenía la filósofa francesa Simone de Beauvoir, en tanto
logren -en efecto- liberarse de la esfera de la dominación masculina para luego existir y ser
sujetas de su propio destino e historia. Poderoso pensamiento feminista que de hecho
movilizó y perfiló una nueva dimensión política sobre el rol y devenir de las mujeres en la
sociedad mundial. Desde entonces es cierto hay avances en un mayor reconocimiento de su
aporte en los diferentes campos del pensamiento y quehacer humano, en las más diversas y
complejas sociedades y culturas, incluso en las más retrógradas, así como en su permanente
lucha por lograr cambios sustantivos a favor de sociedades más plurales, justas e igualitarias.
Sin embargo, el cambio de paradigma implica un desafío permanente, un punto de quiebre
sobre la percepción tradicional y conservadora, que, en mayor o menor medida, tenemos
hombres y mujeres sobre nuestro rol y función en la sociedad. Implica cuestionar nuestro
pensamiento político, nuestras creencias religiosas, nuestro ser y devenir; implica en síntesis
cuestionar nuestra propia filosofía de la vida y de la existencia como sujetos sociales.
Creer que es posible acabar con “la eternización de lo arbitrario” -como titula la obra del
sociólogo Pierre Bourdieu- y sacudirnos este gran lastre de pensamiento, es un imperativo
moral generacional que debemos reconocer contra quienes defienden el statu quo. Sigamos
pues animando nuevas consignas y sueños: Si Dios fuera mujer…¡qué lindo escándalo sería!